miércoles, 28 de enero de 2009

5- Trabajo, Amada

En el lugar donde trabajo no es necesario hacerse visera con la mano para ver. Un sinfín de lamparitas dicroicas surcan los techos del Spinetto Shopping dando una confortable sensación tres de la tarde todo el día. Paradójicamente, lo primero que hago cuando llego al patio de comidas es calzarme la visera –una visera de verdad, roja, con broche y elástico y las palabras DI Caprio, Caffé Italiano bordadas en la parte de la frente.
Para entrar al local hay que tener la visera puesta. Yo sólo me la apoyo en el mate en resuelta actitud de rebeldía. Después subo a un entrepiso donde se completa la transformación con un pantalón pinzado negro y una remera roja con los colores de la bandera italiana en las mangas y un estampado blanco que grita Benvenuto!! en el pecho. Es una especie de Atrévase a soñar a la inversa. Entrás mal pero sabés que al final del recorrido vas a estar mucho peor. Yo ya me acostumbré al uniforme. Al principio, cuando alguno de los chicos se pasaba a saludar, me daba una vergüenza terrible. De todas formas, ellos se guardan sus comentarios piadosamente. Supongo que lo de la visera los supera.


Visera en mate entonces, bajaba a la cocina cuando escuché un grito que me hizo rebobinar inmediatamente hasta el primer escalón. En realidad, entre una cosa y otra la vi a Amada, la cocinera. La vi a Amada poniéndose la chaqueta, con los brazos levantados y completamente en tetas. Me quedé cigarrillo 43. Amada dijo algo en guaraní y se rió. Por mi cabeza empezaron a desfilar las palabras “TETAS” y “AMADA” como los vagones de un tren de carga estruendoso. La experiencia de ver una mujer desnuda me resulta inquietante. Cuando se da la ocasión, intento atenuar el impacto haciéndome una imagen mental de lo que se viene. Si veo a una mujer vestida la puedo imaginar des-vestida. Pero ocurre que la imagino de la misma manera en que imagino a un determinado modelo de auto cuando escuchó la palabra “auto”. Y lo que lo hace peor es que por lo común tiendo a pensar en un cero kilómetro. Gracias a Dios, a medida que me acerco a la dama en cuestión la voy encontrando más interesante, hasta que el tacto reemplaza a la vista y mente y cuerpo sucumben al inefable instinto animal.
A los pechos de Amada, sin embargo, no les había dedicado un solo pensamiento. Bajé de la escalera, otra vez. “Perdón”, dije. Estaba boludo, como si una ola de tres metros me hubiese llevado puesto. Amada se rió. Levanté la visera que se me había caído. Después abrí la puerta del salón y salí mirándome la punta de los zapatos.


Amada es la cocinera del turno mañana. Debe andar por los treinta y pico, pero parece más. Se vino de Paraguay con su esposo hace años, no sé cuantos la verdad. Mínimo cuatro, que es lo que lleva cocinando en esta cueva. Su situación contractual es una especie de mito entre el resto de los empleados. Según me contó Rocío, la freidora vieja –ahora tenemos otra más nueva- recalentaba mal. Pasó que un día Amada fue a sacar una porción de fritas y cuando levantó el canasto, el contenedor regurgitó una parábola de alquitrán ardiente que fue a dar a su brazo derecho, desollándolo desde el codo hasta el comienzo del hombro. Parece que Amada se asesoró con una abogada competente y demandó a la patronal por una torta de guita. Cuando Amada se enoja es algo serio. Ojo con Amada cuando se enoja. Fueron a juicio y hasta el día de hoy las partes tienen una o dos audiencias semanales, de escaso éxito por lo visto. Ninfa, for anader part, tiene una versión diferente. Según ella el quilombo empieza cuando al marido de Amada le dicen que tiene un problema en el corazón y que si no se opera cuanto antes se le va a cortar la luz. En ese momento el tipo tenía trabajo pero estaba en negro, así que Amada se asesoró con otra abogada competente –podría ser la misma en realidad- y, acorde a derecho, acudió a la cupola dicapriense para que costearan la operación de su marido. Los tipos se negaron, demanda, juicio, etc.
Yo me inclino más por la primera versión porque ella habla de su marido en tiempo presente, aunque bien podría estar hablando de otro marido, el relevo del cardiópata.

2 comentarios:

  1. Exquisito, Pol...se me hace agua la boca de solo pensar en las proximas entregas...
    besos!

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  2. Poooollllll!!!! continua con este capitulo, lo necesito, hacelo por Amada, su historia se tiene que conocer en todo el mundo...

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