jueves, 15 de enero de 2009

2- El cumple

Creo que fue cuando cumplí catorce. Mamá había comprado una especie de surtido salado tamaño bolsa de consorcio. Chizitos, palitos, maní. Todo made in argentina. Ese día tenía gimnasia, así que llegue a casa alrededor de las cinco. Papá me estaba esperando en la esquina cruzado de brazos. Levantó la mano. Le contesté abriendo los brazos exageradamente para disimular el vuelo del cigarro. En ese momento dobló una ambulancia y paró en la puerta de casa. “Tu hermano”, dijo papá, “apendicitis”. De la ambulancia bajaron dos tipos con una camilla. Mamá les abrió la puerta de rejas y atrás de los tipos entramos papá y yo. Tiré la mochila en el patio y me fui hasta el cuarto. Mamá ya estaba en el living hablando por teléfono con tía Lita. Los tipos de la ambulancia pusieron la camilla a la altura de la cama y le preguntaron a Hernán si podía moverse sólo. Les respondió que sí. “!La bolsa entera!”, escuché gritar a mamá desde el living. Fui hasta la cocina y encontré la bolsa vacía excepto por tres o cuatro chizitos y un paquete de maní bañado en aceite que, por lo demás, estaba intacto en el fondo. Volví al cuarto. Hernán ya estaba encamillado y se agarraba la panza con las dos manos. “¿Te comiste la bolsa entera, enfermo?” Me corrí para dejar pasar la camilla. Hernán abrió los ojos como si le hubiese pegado un tiro y me mandó a la concha de mi madre. Después se agarró la panza como si le fuera a salir un bebé de alien y los tipos le pidieron que se quedara quieto. “!De la tuya!”, le grite desde el patio mientras lo subían a la ambulancia. Mamá salió del living pateando un bolso enorme “¿Dónde está tu padre?”, vociferó. La ambulancia arrancó y un segundo después apareció la trompa del Dodge seguida por un bocinazo. “Quedáte acá que ahora viene tía Lita. Yo después te llamo”. Siguió pateando el bolso en dirección a la puerta. Papá le preguntó para qué tanto bulto pero el bramido del Dodge se engulló la respuesta.
Cuando llegó la tía yo estaba tirado en el sofá viendo un capítulo repetido de los Simpsons. La tía tiene llaves de casa, así que zafé del viaje hasta la puerta. Me preguntó a qué hora empezaba a llegar la gente. Le dije que no se preocupara porque sólo íbamos a ser nosotros dos. “Pero y yo para qué vine entonces”, me dijo ella. Le di a entender qué lo de Hernán me tenía preocupado y se tranquilizó. La verdad es que antes de que ella llegará había llamado a mis amigos – a mis tres amigos, para ser preciso- y les había dicho que me iba a comer afuera con la familia. Dos horas después el cadáver de la tía estaba roncando en el sillón Acapulco (así le dice mamá a la reposera) y yo despedía mi cumpleaños haciéndome una paja en el sofá. Papá y mamá no llamaron.

2 comentarios:

  1. Quien no termino algún cumpleaños de la misma manera?
    Muy sincero y directo!!
    Muy bueno Pol!
    Abrazo!

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  2. quiero mas.... me quede con ganas de seguir leyendo

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